Entre las acciones a realizar cuando se plantea la reforma integral de un edificio está la mejora de su eficiencia térmica. Es decir, optimizar el rendimiento de un edificio para que la temperatura que hay en su interior sea la más adecuada posible en todas las estaciones del año. Especialmente, en invierno y verano, cuando más frío y calor hace en el exterior.
Generalmente, en la construcción de un edificio nuevo ya se contempla, en prácticamente todos los casos, dotarles de sistemas de aislamiento adecuados. También de instalaciones de calefacción y refrigeración pensadas no solo para ofrecer calor y frío a demanda. Y para ser respetuosos con el medio ambiente y ahorrar en energía. Esto lleva, en muchos casos, a que también sea conveniente revisar el grado de eficiencia térmica de los edificios antiguos. No solo por el bienestar que esta revisión puede ocasionar a quienes viven o trabajan en el edificio en cuanto a comodidad térmica. También por las ventajas medioambientales de la reforma, así como por el ahorro que generan a medio plazo en consumo. Pero ¿cómo mejorar la eficiencia térmica en los edificios? Descúbrelo.
Mejorar la eficiencia térmica en los edificios: primeros pasos
Para mejorar la eficiencia térmica de un edificio, lo primero que hay que hacer es estudiar y analizar cómo se encuentran los espacios de dicho edificio en cuanto a estructura y nivel de confort térmico. También hay que revisar sus instalaciones de calefacción y refrigeración, si las hay, para analizar su estado. Pero también si tienen un nivel aceptable en cuanto a ahorro de consumo energético. Con estos datos se procede a realizar un análisis de las medidas que pueden ser más adecuadas para ese edificio en concreto. Estas deben conseguir no solo un importante ahorro de energía, sino que también deben hacerlo procurando el mayor nivel de confort térmico en su interior.
Generalmente, cuando se comprueba como mejorar la eficiencia térmica se suelen analizar sus cubiertas y el estado del aislamiento de sus muros. También el de sus puertas y ventanas. Sobre todo si el edificio cuenta con cierta antigüedad. En esos casos, es probable que los elementos aislantes que se instalaron al construir el edificio, o que se añadieron después en reformas posteriores estén deteriorados. Por eso conviene optimizar el aislamiento de los edificios.
Para ello hay varias opciones, que variarán en función del tipo de edificio y del grado de reforma que sea necesario acometer. Por ejemplo, si es necesario sustituir su tejado, se puede aprovechar para colocar uno con un nivel de aislamiento térmico elevado. De esta manera el calor se escapará menos en invierno, y el frío tendrá más problemas para entrar. En verano sucederá lo contrario: el calor no entrará en el edificio con tanta facilidad, y el fresco se conservará mejor dentro.
El aislamiento de muros exteriores, clave
Lo mismo sucede con los muros exteriores del edificio: si son antiguos, habrá que revisar su aislamiento. Y si es posible y se va a realizar una reforma integral, aprovechar para mejorarlo con los materiales más adecuados para el clima del lugar en el que está el edificio. También en función de sus características y materiales con los que está construido. Por supuesto, se ha de tener en cuenta el impacto medioambiental a la hora de reforzar el aislamiento de las paredes.
La base para mejorar la eficiencia térmica de un edificio en lo que se refiere a los muros de un edificio es contar con un buen revestimiento por su exterior. Es la solución óptima, aunque también la más costosa y engorrosa de aplicar. Al hacerlo se eliminarán buena parte de los puentes térmicos que pueda haber. Además, es la mejor medida contra las humedades, fuente de incomodidades y de reducción de confort térmico en el edificio, entre otras complicaciones.
Pero un revestimiento exterior de las paredes se puede complementar con la localización de las cámaras de aire y la posterior inserción en ellas de componentes aislantes. De esta forma se mejora el resultado. Por último, se puede optimizar aún más mediante un trasdosado en las paredes, pero por su parte interior.
Instalación de puertas y ventanas aislantes
Otro de los puntos básicos para mejorar la eficiencia térmica en un edificio es la revisión de sus ventanas y sus puertas. En particular, la de acceso al exterior. Por eso conviene revisar una por una las ventanas, porque aunque haga poco tiempo desde su instalación, pueden tener algún poro. Si es un problema puntual en dos o tres ventanas de un edificio, se puede reparar. Pero si las ventanas son antiguas y dejan escapar o entrar el calor, lo más recomendable es cambiarlas.
Al hacerlo, lo más recomendable es instalar ventanas con marcos de PVC, madera o aluminio. Es decir, de materiales que sean aislantes y que permitan romper el puente térmico y permitan que su cierre sea hermético para evitar que el calor se escape o pueda entrar. Asimismo, un cierre hermético evita en muchos casos que haya humedad en el interior de las estancias, y que se produzca condensación.
Las ventanas de PVC, disponibles con una amplia variedad de acabados, que incluso pueden simular madera, son las más aislantes y resistentes a las variaciones de temperatura. Además de un buen aislamiento térmico, también ofrecen un buen nivel de aislamiento del sonido, lo que eleva el confort térmico y evita ruidos al mismo tiempo. Las de aluminio también son bastante aislantes y ofrecen muchos acabados distintos. Están recomendadas para zonas muy húmedas. Las de madera son buenas en cuanto a aislamiento, pero su mantenimiento es más complicado que el de las otras dos ventanas. Además, hay que tratarlas periódicamente y no están aconsejados en todos los ambientes.
También hay que cuidar que los cristales sean aislantes. Es decir, que estén preparados para proteger de la entrada de calor en verano y de frío en invierno. Por supuesto, en climas fríos es conveniente valorar la posibilidad de instalar un acristalamiento doble. Todo esto permitirá poner menos la calefacción en invierno y el aire acondicionado en verano. Y por lo tanto, ahorrar. En general, cuanto más grueso sea el cristal, más aislamiento ofrece. Y si la ventana permite contar con dos hojas de cristal separadas por una cámara de aire, el edificio estará mejor aislado.
La puerta exterior de un edificio también debe revisarse para ver si es lo bastante aislante o deja pasar el frío y el calor. Si presenta varios defectos y puede repararse no habrá que cambiarla. Pero si es antigua, es mejor hacerlo, e instalar una fabricada con los mismos materiales que para las ventanas: PVC, aluminio o madera. Al tratarse de una puerta exterior es conveniente que esté reforzada, lo que mejora su grado de aislamiento.
Mejorar eficiencia térmica: revisar calefacción y agua caliente
Además de optimizar el aislamiento del edificio, la mejora de la eficiencia térmica pasa también por revisar las instalaciones de calefacción. Tanto los individuales en las viviendas, como los colectivos si se cuenta con un sistema de calefacción central. Sobre todo si el edificio es antiguo y las instalaciones tienen cierto grado de antigüedad. En estas ocasiones, y prácticamente en todos los casos, es necesario efectuar algún cambio para que la instalación sea más eficiente en cuanto a producción y conservación de calor. En la mayoría de los casos, si la calefacción es de gas por radiadores o de suelo radiante, el principal cambio que tendrás que efectuar es el de la caldera. Los modelos más antiguos no eran excesivamente eficientes en cuanto a producción de calor.
Además, tampoco lo son en cuanto a gasto energético. Los modelos más actuales, pensados para lograr una mejor eficiencia térmica, y además con el menor gasto posible, permiten optimizar tanto el consumo como el gasto, sin perder confort térmico. Más bien al contrario. En cuanto a la instalación, si es antigua, es probable que las tuberías tengan algún problema que haga que la conducción del calor no sea la óptima. También, que los materiales empleados para realizarlas no sean los más adecuados para un sistema de calefacción.
En ese caso, conviene cambiarlos. O puede que incluso sea más conveniente cambiar el sistema de calefacción. Por ejemplo, por uno de suelo radiante. En muchos casos, el sistema de calefacción está conectado con el de agua caliente. Por eso también será necesario revisar su conducción.
Este tipo de sistema puede funcionar con una caldera de gas como emisora de calor, o bien mediante un sistema de calefacción que utilice energías renovables como fuente de calor. Por ejemplo, en el caso de tratarse de una calefacción central o de una individual para una vivienda unifamiliar, en vez de utilizar una caldera de gas puedes emplear una de biomasa. Este tipo de calderas tiene una instalación complicada y además requieren bastante espacio, por lo que no están indicadas para pisos individuales. Además, no son adecuadas para todos los climas, ni para edificios con una orientación poco adecuada. Por eso, lo más recomendable es contar con un experto que pueda aconsejar si es necesario cambiar el sistema de calefacción para mejorar la eficiencia térmica, o basta con actualizar el que hay. En el caso de contar con calefacción central en climas no excesivamente rigurosos, también se puede optar por una calefacción central de aerotermia.
Estas son las principales medidas que puedes tomar para mejorar la eficiencia térmica de un edificio. Como verás, para saber cuáles son las más apropiadas para cada caso, hay que contar con una empresa experta en este tipo de reformas. Por eso, si tu edificio es antiguo y quieres mejorar su nivel de confort térmico ¡ponte en manos de expertos para saber qué cambios necesita y aplicarlos!
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