Sin duda, uno de los elementos que más contribuye a que el nivel de confort en una vivienda sea el óptimo en invierno o cuando hace frío, es la calefacción. Con ella se puede mantener una vivienda, en todo o en parte, a la temperatura ideal para no pasar frío. Pero también para no pasar calor, puesto que el nivel de confort térmico baja tanto si en una estancia hace demasiado calor como si hace demasiado frío. Por tanto, hay que tener cuidado para regular la temperatura adecuadamente.
Además, hay que tener presente que no en todas las estancias de la casa es necesario contar con la misma temperatura. En unas estancias se puede estar cómodo con menos temperatura que otras. Bien porque se utilicen más para descansar que para trabajar o disfrutar del ocio, o porqué por sus características tienen de por sí más temperatura que otras. Por ejemplo, si un salón recibe la luz del sol durante buena parte del día, tendrá una temperatura natural mayor que otras habitaciones algo más oscuras.
Por eso, puede que enviar el mismo nivel de calor a todas las estancias de una vivienda no sea lo más adecuado. Lo más recomendable es enviar el calor necesario a cada una de ellas, según sus necesidades. Pero la posibilidad de hacerlo no parece muy evidente a simple vista. Si estás interesado en conocer las opciones que tienes para conseguirlo sigue leyendo, porque a continuación te mostramos pautas y trucos para poder conseguirlo, y que cada habitación de la casa tenga la temperatura deseada.
Temperatura ideal en una vivienda
Para conseguir la temperatura ideal en una estancia por medio de, por ejemplo, una calefacción de gas natural, en primer lugar debes conocer en cada momento cuántos grados hay. Por eso es aconsejable medirla mediante un termómetro ambiental o sensor de temperatura. Hay que tener cuidado de no colocarlo muy cerca de los radiadores, porque entonces la medición no será real. Un buen punto para colocarlo es el centro de la estancia a controlar. Si no se puede, también se puede colocar hacia la mitad de una de sus paredes, pero en cualquier caso, lejos de los radiadores. De esta manera recogerá la temperatura aproximada de la habitación.
Si la temperatura no es la adecuada, o la que se considera necesaria para estar cómodo, será necesario tener más tiempo puesta la calefacción, y subir la temperatura límite del termostato. De esta manera, y si no hay averías en el sistema, la temperatura deseada se alcanzará tarde o temprano.
Pero claro, la temperatura ideal de una estancia no tiene por qué ser la del resto de la casa. Tampoco resulta sencillo medir la temperatura en todas las estancias al mismo tiempo, por lo que si hay problemas de diferencia de temperatura entre unas y otras habrá que ver si realmente hay mucha diferencia entre cada estancia y la necesaria para estar confortable en ella. Así que hay que medir la temperatura en todas las estancias, para ver el desfase entre unas y otras, y tomarlo como base para corregir las anomalías de temperatura que puedan darse.
En general, para que en una estancia tenga una temperatura que resulte agradable, debe estar entre 17 y 23 ºC. Para dormir cómodo, la temperatura máxima debe ser incluso menor: unos 21 ºC. Por debajo de 17 ºC ya toca abrigarse y hay sensación de frío, a no ser que estamos muy abrigados. En los países desarrollados, se han hecho miles de experiencias para conocer la temperatura de confort y el resultado indica que la temperatura adecuada es aproximadamente 20 °C.
Cómo regular la calefacción para una temperatura óptima
Controlar la temperatura en todas las habitaciones «a ojo» es prácticamente imposible. Exige estar alerta constantemente, y cerrar el paso a radiadores y estar abriéndolo cada dos por tres. Un proceso tedioso y aburrido, en el que no resulta extraño dejarse algún radiador cerrado por despiste y que alguna habitación se quede helada. La solución pasa por realizar una pequeña inversión para que el sistema se regule automáticamente y solo a la temperatura deseada para cada estancia. Así se gana en tranquilidad, por supuesto en confort y además se ahorra dinero.
Para regular la temperatura en las distintas habitaciones será necesario instalar en sus radiadores un cabezal termostático. Estos se encargarán de, tras seleccionar la temperatura ideal deseada, hacer todo el trabajo de control de la temperatura máxima que puede alcanzar el radiador al que presta servicio.
Eso sí, antes de nada hay que comprobar si este tipo de cabezal es compatible con las válvulas que incorporan los radiadores de la casa. Para poder hacerlo, los radiadores tendrán que contar con una válvula termostática o termostatizable. Es decir, con una válvula preparada para poder instalar sobre ella el cabezal termostático. Si los radiadores no cuentan con válvulas de este tipo, no se puede instalar el cabezal y o bien se cambia la válvula también por una adecuada, o no se pueden instalar los cabezales de control de temperatura.
En caso de que sí pueda instalarse este cabezal porque ya esté colocada la válvula termostatizable, ambos componentes formarán un elemento de control denominado válvula termostática. De estos dos componentes, la válvula termostática se coloca en la parte de la tubería del circuito por donde entra el agua al radiador. En cuando al cabezal, el elemento se monta en la válvula y se encarga de controlar el paso de agua caliente al radiador.
Cómo funciona un cabezal termostático
El cabezal es sensible al calor, y además regulable. Está colocado sobre la válvula de manera que puede girar, lo que permite seleccionar la temperatura máxima que se desea que alcance el radiador. Este se encarga de abrir o cerrar el paso al agua que entra al radiador de manera automática, en función de la temperatura alcanzada.
Funciona como un sensor encargado de medir la temperatura ambiente. Puede ser manual, lo que implica que la temperatura máxima se indica girando el cabezal, o digital. Este último se caracteriza porque se le puede programar para controlar que el radiador no supere una temperatura determinada. Estos, dado que se pueden ajustar al grado, son más precisos que los cabezales manuales. Pero en cualquier caso, funcionan de la misma manera.
Todos los cabezales termostáticos, tanto los manuales como los digitales, incorporan un sensor encargado de medir la temperatura de la zona en la que están instalados y reaccionar automáticamente de acuerdo con esta. Cuando el sensor detecta que la temperatura que hay es la que tiene establecida como máxima, «indica» a la válvula que debe cerrarse. Así se impide el paso de más agua caliente al radiador. Dejando progresivamente de emitir calor y por lo tanto, deja de caldear la estancia.
Hay otros tipos de cabezales en los que el sensor, en vez de estar integrado en el propio cabezal, se sitúa a cierta distancia del mismo, y se conecta con el cabezal enviándole las señales necesarias para cerrar o abrir la válvula de paso de agua al radiador.
Este sensor, en el momento que detecta que la temperatura del ambiente que le rodea desciende y baja por debajo de la temperatura ideal, vuelve indicar a la válvula que debe abrirse. De esta manera, el agua caliente que hay en el circuito puede pasar de nuevo al radiador y comenzar a calentar otra vez, hasta llegar a la temperatura de ajuste.
Si se coloca un sensor termostático en cada uno de los radiadores que hay en una vivienda, se puede seleccionar una temperatura máxima distinta para cada uno de ellos. Es aconsejable hacerlo en función de la temperatura que se alcanza habitualmente en la habitación. Así, en caso de que unas estancias tengan más calor de manera natural que otras, se puede elegir una temperatura más baja para el radiador. De esta manera se puede conseguir antes la temperatura ideal en cada habitación.
En este caso, el termostato central que conecta con la caldera, no se debe colocar en la zona central de la estancia más concurrida, por ejemplo, la sala de estar o el comedor, pués seguramente esta estancia llegará antes a la temperatura de confort y daría señal a la caldera para que se cierre, quedando las otras estancias frías. Por lo tanto, cuando los radiadores incorporan cabezales termostáticos, es aconsejable colocar el termostato en pasillos sin radiadores.
Como puedes ver, solo será necesaria una pequeña inversión para poder regular con facilidad la temperatura de forma personalizada para cada habitación. Pero es una inversión que se recupera pronto, puesto que este gasto se verá compensado por ahorros en la factura. Para empezar, en agua caliente. Al entrar menos agua caliente en los radiadores cuando está cerrado el paso, no se solicita agua caliente a la caldera, por lo que se consume menos. Puesto que cuando los radiadores están cerrados por tener calor suficiente, se consegue reducir el gasto energético.
El ahorro en la factura compensará poco a poco lo invertido en la compra e instalación de válvulas termostáticas. Eso sí, la reducción de las facturas será variable para cada caso, en la mayoría de casos, es notable. Puede reducirse el consumo energético hasta un 20%, e incluso llegar al 30%. En definitiva, estos cambios no solo harán posible tener la temperatura ideal en el hogar, si no también un ahorro en el consumo de energía.
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